En muchas relaciones íntimas, los conflictos que no pueden resolverse en realidad no son disputas sobre quién tiene razón o quién está equivocado, sino un conflicto entre dos "verdades". Lo que se llama "valorar las emociones" no significa complacer, someterse o agradar a la otra persona, sino reconocer que las emociones y necesidades de cada uno son legítimas. Comprender no significa estar de acuerdo, sino aceptar: reconocer al otro como una persona independiente, cuyas emociones tienen razones válidas para existir. Lo que realmente se necesita enfrentar en una relación íntima no es cómo discernir el bien del mal, sino cómo, en la tensión entre dos "verdades", aún se pueden respetar y ver mutuamente. Porque el significado de la relación nunca ha sido encontrar a alguien que me obedezca toda la vida, sino poder a través de sus ojos descubrir que, ah, el mundo también puede ser visto de esta manera.